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CENTROS EDUCATIVOS DE VALENCIA

El IES José Ballester Gozalvo, faro de Torrefiel

Existe un lugar en Valencia, al norte de Torrefiel, donde los adolescentes del barrio comienzan a cumplir sus sueños. A volar. A ser felices. Ubicado muy cerca de la alquería de Falcó (S. XVII), último vestigio de la que fuera una zona repleta de antiguos caseríos campestres, se alza el IES José Ballester Gozalvo, enigmático, oculto, pero muy vivo. Dos edificios que contrastan. Tradición y vanguardia. Amalgama. Cultura y educación. Multiculturalidad.
RAÚL HURTADO 2018-11-20

 

Pero… ¿Quién fue José Ballester Gozalvo? El Cabanyal, 1893 - París, 1970. Maestro, abogado, periodista y político español (y valenciano): un humanista en pleno siglo XX. Siempre comprometido con la enseñanza. Libertad y exilio. Este centro de educación secundaria, debe su nombre a quien también fue impulsor y primer presidente del Levante UD. Pese a la relevancia del personaje, sorprende (todavía) su falta de popularidad en nuestra sociedad contemporánea.

El “insti” o “el Ballester”, nombre con el que el alumnado llama a la que es casi su segunda casa, celebró su 25 aniversario hace apenas dos años, con un amplio programa de actividades y la participación de diferentes agentes de la sociedad valenciana: políticos, periodistas, escritores, además de todos los miembros que componen esta gran familia. Una celebración en la que se intentó potenciar la figura de Ballester Gozalvo, con tal de otorgarle el reconocimiento que merece. Ya se sabe,  nadie es profeta en su tierra… Un reconocimiento que no llega, pues en aquel momento el ayuntamiento de Valencia se comprometió a que una calle llevara su nombre, promesa que, a día de hoy, continúa en la lista de tareas pendientes.

Los orígenes del centro se remontan a septiembre de 1991, cuando el Consell de la Generalitat Valenciana aprueba su creación. De esta manera, se pone en funcionamiento el instituto de bachillerato número 21 de la ciudad de Valencia. Su actual director, Jesús Ríos, es profesor de matemáticas, y este es su tercer curso al frente de la administración del centro.

Después de casi tres décadas dedicadas al mundo de la docencia, el director de este centro asegura que es un instituto muy diferente a los otros ocho en los que ha trabajado. 547 alumnos, 33 nacionalidades, 64 profesores, una educadora y la maestra de educación y lenguaje… dan para mucho en el devenir cotidiano de la calle Pintor d´Alemany, lugar donde se alza este edificio de ladrillo cara vista anaranjado.

Por ello, el respeto hacia la heterogeneidad del alumnado y a sus diferentes religiones, es un valor fundamental en cada instante. Un puente entre culturas diversas que avanzan hacia un mismo objetivo: la educación; y este respeto es el que consigue crear un “clima de convivencia excelente”. Tolerancia. Valores de ayer, tan válidos hoy. Tomar conciencia, propuso Platón. Despertar.

Dadas las características del centro, los mayores esfuerzos se dirigen a solucionar los casos de absentismo en las aulas, “gracias a la ayuda del plan municipal de absentismo y a Isabel, una trabajadora social muy válida”. El abandono escolar y la desmotivación del alumnado a edades muy tempranas, son parte del mapa de su realidad escolar. Retos para los cuales, el equipo directivo, la comisión de convivencia, el equipo de tutores y el profesorado en general, trabajan tenazmente.

Respecto al proyecto educativo presentado en su momento para conducir el barco, su director explica que se sustenta en tres pilares esenciales: mejorar la competencia lingüística, la competencia informática y la competencia social. Sin duda, tres pilares cargados de futuro para enfrentarse al mundo que rodea a estos marineros. La puesta en marcha de un programa experimental plurilingüe, que posibilita impartir materias no lingüísticas en inglés o francés; una tercera aula de informática y la informatización de varios trámites administrativos; y por último, la actuaciones para la mejora al programa de mediación -que se lleva desarrollando desde hace más de 10 años-, son indicadores de que esta nave educativa avanza hacia buen puerto.

Un claustro comprometido como el del instituto Ballester Gozalvo, es de vital importancia para llevar a cabo toda la labor que supone este oficio, y en ocasiones no se ve; también el trabajo desempeñado por el personal PAS y el AMPA. El compromiso, el continúo diálogo con el alumnado, el cariño, la implicación en las actividades extraescolares o la ilusión con la que comienzan los días en el “Ballester”, facilitan la labor directiva y educativa. Y es que Torrefiel desprende una química especial que engancha a quien allí se acerca; de hecho, gran parte de su plantilla laboral, es fija desde hace muchos años.

Jesús Ríos y su equipo directivo (Francesca, Amparo y José Luís), con quien está muy agradecido por su labor que desempeñan en este viaje, son conscientes que un día se irán, porque “las personas pasan, las obras quedan”. Para entonces, espera haber contribuido a mejorar todo aquello que el tiempo les haya permitido, como lo hizo la anterior directiva. El reloj no perdona. Hasta el momento, a pesar de la responsabilidad que supone la toma de decisiones y de las situaciones complicadas que suceden constantemente, no se arrepiente de haber apostado por este proyecto. Sabe que la utopía es aquello que no se desea con suficiente fuerza.

En el presente curso finaliza la primera promoción de Formación Profesional Básica, una apuesta de este equipo directivo que supondrá una gran satisfacción, al comprobar como los alumnos titulan. Porque sin lugar a dudas, las mayores alegrías siempre las da el alumnado, quien provoca que este equipo de profesores y profesoras (cada mañana) leve anclas con entusiasmo.

Tras veintisiete años, el IES José Ballester Gozalvo se ha convertido en un importante faro de cohesión, en uno de los barrios con más leyenda de la ciudad de Valencia. Un enclave mágico donde, entre sus porterías, aulas o pasillos, ocurren (a veces) pequeños milagros. Pues a través de sus grandes cristales la luz resplandece y sus estudiantes se convierten en aquello que quieren ser. “No todo es guardar sueños en los cajones…”, escribió el poeta Martí i Pol.

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