La ruta de la seda fue un puente comercial y también de contacto real entre Oriente y Occidente. Por ella circulaba ya no solo seda sino también té, porcelana, hierro… y era un continuo ir y venir de comerciantes, sacerdotes, científicos, diplomáticos, soldados y aventureros que traían estos y más tesoros a Occidente.
Sin embargo la ruta de la seda no solo fue una ruta comercial y material, sino también de “importación” de nuevas ideas y conocimientos, y aunque en un primer momento el intercambio de bienes se realizó en una sola dirección también Occidente exportaría sus innovaciones a Oriente.
Nos encontramos en plena época de Al-Ándalus, Valencia es famosa por sus sederías y alcaicerías o bazares. De hecho siglos más tarde en la época de Fernando el Católico València fue el principal punto de las sederías españolas sirviendo de modelo a urbes tan importantes de la época como Toledo, Murcia o Barcelona.
La sede en Valencia alcanzó su máximo esplendor desde los siglos XIV hasta el XVIII y de hecho aún hoy en día encontramos numerosos vestigios de la importancia de la seda a lo largo de la historia de la ciudad. La culpa de ello lo tenía el prácticamente monocultivo de la morera, que precedió al del naranjo en toda la región.
En el siglo XIV ya había sederos locales -mayoritariamente judíos- y más tarde conversos. En el XVIII hasta 25.000 personas se dedicaban a la industria de la seda en la ciudad, que contaba con más de tres mil telares. Vamos un porcentaje elevadísimo de la población de la época en la ciudad.
Sin duda el más importante que podemos encontrar es La Lonja de Mercaderes, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Un obra maestra del gótico valenciano. Otro punto importante fue el Barrio de Velluters, que significa artesanos de la seda y donde vivieron los maestros sederos que compartían en un mismo edificio la vivienda con el taller.
En este barrio encontramos el Colegio del Arte Mayor de la Seda. Actualmente y gracias a su profunda renovación por la Fundación Hortensia Herrero se puede visitar para disfrutar de frescos, murales, mosaicos y 7.000 baldosas artesanales que engalanan el suelo de esta maravilla arquitectónica de 1756. El edificio fue construido en el s. XV y fue sucesivamente reformado hasta el s. XVIII.
Este colegio surgió como sede del gremio de velluters con el objetivo de racionalizar y dirigir una enseñanza y oficio. El colegio, de gran prestigio, siempre mereció confianza de reyes, nobles y ministros convirtiéndose en un exigente velador de la calidad de las sedas valencianas.
Aún hoy en día en algunos pueblos de València se conserva la tradición de la fabricación de seda, elaborada en algunos casos con telares del siglo XVIII, sin ningún tipo de mecanización como es el caso de la antigua fábrica Garín y futuro Museo de la seda de Moncada con una colección de más de 3.000 piezas que incluyen maquinaria del S. XIX, herramientas, bibliografía, cartas, dibujos, cartones o espolines.
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