La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey, de Mary Ann Shaffer
La Sociedad Literaria del Pastel de Piel de Patata de Guernsey es una novela epistolar sobre la amistad y el poder de la lectura como refugio y consuelo en tiempos difíciles. Una historia humana, amable y divertida… y al mismo tiempo sobrecogedora en su descripción de la ocupación, la guerra y la postguerra. Unos personajes encantadores, que sin querer olvidar lo que vivieron, prefieren destacar lo positivo de aquel episodio bélico.
Juliet es una escritora de treinta y dos años que vive en Londres y que durante la Segunda Guerra Mundial tuvo una columna bajo el seudónimo de Izzy Bickerstaff en la que narraba episodios de la guerra con un tono humorístico, en un intento de hacer de algo desolador una manera de entretener a la gente y sacarle algún esbozo de sonrisa. Finalizada la guerra quiere dejar a Izzy atrás y escribir con su propio nombre de manera más seria, aunque todavía no tenga claro cuál será el argumento de su nuevo libro. Hasta que un buen día, Juliet recibe una carta de un tal Dawsey Adams de la isla de Guernsey, éste tiene un libro de Charles Lamb que había pertenecido con anterioridad a Juliet y le pide más información sobre el autor y el nombre de librerías donde podría adquirir más obras suyas. En esta curiosa carta también le cuenta que pertenece a una sociedad literaria que junto con otros habitantes de la isla formaron durante la ocupación alemana, La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey. Juliet empieza una importante correspondencia con los miembros de la sociedad, que hablan de libros y del placer de la lectura, de la amistad, de la vida cotidiana y del impacto reciente que la ocupación alemana ha tenido en sus vidas. Cautivada por sus historias, decide visitarles, y lo que encuentra cambiará su vida de forma inesperada.
La isla de Guernsey se ubica en el Canal de la Mancha y a consecuencia de su posición estratégica, muy pronto fue ocupada por los alemanes que la utilizaron como enclave privilegiado desde el cual reforzar el asedio y aspirar al dominio de toda Inglaterra. Los habitantes de la isla se vieron forzados a acatar las órdenes de los soldados y una de ellas fue cultivar patatas como principal alimento para subsistir.
Aquella peculiar “Sociedad Literaria Del Pastel de Piel de Patata de Guernsey” surgió de manera accidental.
Una tarde mi vecina, la señora Maugery, me envió una nota.”Ven rápido-decía- y trae un cuchillo de carnicero”. Intenté no hacerme muchas ilusiones, pero salí hacia la casa solariega a grandes pasos. y ¡era cierto! tenía un cerdo, un cerdo escondido, y ¡ me había invitado a unirme al festín con ella y sus amigos!.
Fue el primer encuentro de la “Sociedad Literaria Del Pastel de Piel de Patata de Guernsey”, a pesar de que todavía no lo sabíamos. La cena fue singular, pero la compañía fue mejor. Hablando y comiendo no nos dimos cuenta de la hora y del toque de queda. Saltárselo era un delito grave y quedarse con un cerdo era aún más grave.
Los alemanes nos echaron el alto y nos quedamos paralizados, Pero Elizabeth cogió aire y dio un paso adelante. Nunca oí tantas mentiras. Que sentía mucho haberse saltado el toque de queda. Que veníamos de una reunión de la Sociedad Literaria y que el debate de esa noche sobre “Elizabeth y su jardín alemán” había sido tan agradable que habíamos perdido la noción del tiempo.
Para sorpresa de aquellos trabajadores, que apenas habían leído nada aparte de las Sagradas Escrituras, catálogos de semillas y la Gaceta del criador de cerdos, los alemanes decidieron acompañarlos en la próxima reunión de aquella espontánea sociedad literaria. Enseguida tuvieron que repartirse libros y leerlos antes de aquella cita y así comenzaron estas reuniones en las que los nuevos lectores charlaban sobre lo que iban leyendo y se intercambiaban novelas clásicas, lo que les servía para olvidarse de la dureza de la guerra.
¡Ojala hubiera sabido estas palabras el día en que vi llegar las tropas alemanas, avión tras avión, llenos de soldados, y los barcos desplegándose abajo en el puerto!. Lo único que pude pensar fue “malditos sean, malditos sean”, una y otra vez. Si hubiera podido pensar en el verso. “El luminoso día ha terminado y estamos destinados a la oscuridad”, habría encontrado consuelo de alguna manera y habría estado preparado para ir y enfrentarme a las circunstancias, en lugar de caérseme el alma a los pies.
Documentándose para un nuevo libro, la autora, Mary Ann Shaffer, encontró información sobre la ocupación de las islas del Canal de la Mancha que le pareció intrigante. Viajó hasta ellas para interesarse por el tema y el libro comenzó a cobrar vida en su mente. Gracias al apoyo de su marido e hijas fue desgranando la trama, creando las cartas y colocando las historias que surgían. Cuando el borrador definitivo empezó a cobrar forma, unos problemas de salud y el ingreso en un hospital le hicieron imposible su continuación. Fue entonces cuando su sobrina Annie Barrows, también escritora, fascinada por la novela de su tía, abandonó sus proyectos y se dispuso a acabar el relato en cuestión. La novela es íntegra en su estilo y no se nota la autoría de dos escritoras diferentes en ella.
Eso es lo que me encanta de la literatura; en un libro encuentras un detalle diminuto que te interesa y ese detalle te lleva a otro libro y algo en ese te lleva a un tercer libro. Es matemáticamente progresivo, sin final a la vista y sin ninguna otra razón que no sea por puro placer.