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EXPOSICIÓN

El Museu Valencià d'Etnologia inaugura la exposición 'La República de les Falles 1932-1936'

La exposición muestra el crecimiento y expansión que las fallas experimentaron durante la República Española
REDACCIÓN 2019-03-01
La República de les Falles 1932-1936
La República de les Falles 1932-1936
La República de les Falles 1932-1936
La República de les Falles 1932-1936
La República de les Falles 1932-1936
La República de les Falles 1932-1936
La República de les Falles 1932-1936
La República de les Falles 1932-1936

La exposición muestra el crecimiento y expansión que las fallas experimentaron durante la República Española. Años de intensos cambios vividos al mismo ritmo que el resto de la sociedad, en el que las Fallas son percibidas como una fiesta urbana y moderna, como una vivencia y puesta en acto de la identidad valenciana.

 

INTRODUCCIÓN

 

Con la llegada del nuevo régimen democrático, la fiesta fallera, que ya en la década de los años veinte se había convertido en la fiesta mayor de la ciudad, logra cuotas nunca vistas de extensión en el tiempo y el espacio, de institucionalización y de consolidación a todos los niveles, despertando la atención de los medios de comunicación de masa.

 

Entre los hitos de esta etapa se crea la Semana Fallera, consolidan su función o nacen el Comité Central Fallero y la Asociación de Artistas Falleros, se crean nuevos festejos de masas, crecen las comisiones falleras por todos los barrios de la ciudad y en nuevas poblaciones, las mujeres ocupan el espacio público de la fiesta —y no solo como falleras mayores—, los niños se incorporan definitivamente a las Fallas, y se produce un extraordinario desarrollo artístico tanto en los cadafals falleros como en otras disciplinas asociadas (cartelismo o música).

 

La exposición se organiza en tres grandes apartados: la fiesta en expansión, la fiesta moderna y la fiesta popular y urbana. Todos ellos nos hablan de esa nueva magnitud que el fenómeno fallero adquirió, como fiel reflejo de la sociedad de su tiempo.

 

La exposición está comisariada por la Asociación de Estudios Falleros (ADEF) y diseñada por Aureli Domènech. Muestra más de un centenar de objetos procedentes de particulares, de comisiones falleras (Na Jordana, Pça Lope de Vega, Convento Jerusalen-Matemático Marzal, y Pza Pertusa), de la Biblioteca Valenciana-Nicolau Primitiu, del Museo Fallero, del Centro de Documentación Fallera (CDF), del Museo de la Ciudad y de la ADEF.

 

ESTRUCTURA DE LA EXPOSICIÓN

 

Una Fiesta en expansión

 

Este gran apartado de la exposición, se muestra la expansión de las fallas en varios ámbitos. Las fallas amplían su alcance territorial, consolidan la imagen de marca entre los medios de comunicación y amplían su marco temporal.

 

Territorialmente se suman a la expansión urbanística de la ciudad. Así aparecen comisiones falleras en lugares como la calle Castelló, el barrio de Torrefiel, y en numerosas pedanías como Castellar, Montolivet, Benimaclet, Nazaret, Benimàmet o Campanar.

 

La fiesta fallera convertida en expresión popular de identidad valenciana se expande fuera del cap i casal a ciudades como Alzira, Borriana, Carcaixent, Gandia, Sagunto, Xàtiva, y a muchos lugares de lo que hoy conocemos como el Área Metropolitana (Benetússer, Benifaió, Bétera, Llíria, Paterna, Sedaví, Silla y Tavernes Blanques). También gracias al tren se constituyen comisiones en lugares de Castelló (Vila-real) y Alicante (Alcoi, Elda, etc.).

 

La fiesta gana imagen y eco en España con la aparición en los medios de comunicación de Madrid que, atentos a la proyección turística de la fiesta en la capital, empiezan a publicar sobre el fenómeno fallero. Un ejemplo es la edición de números extraordinarios por parte de algunos medios madrileños, como los semanarios Gutiérrez y Mundo Gráfico, con una extensa y variada cobertura informativa, o el seguimiento que hacen publicaciones como Crónica, Estampa, Mundo Gráfico, SemanaGráfica y Nuevo Mundo.

 

En paralelo a la consolidación de las Fallas como fiesta mayor de la ciudad, convergen los intereses de los falleros para ampliar el tiempo de exposición de los cadafals y el interés de asociaciones e instituciones (Sociedad Valenciana de Fomento del Turismo, Ateneo Mercantil y Ayuntamiento) para hacer de las Fallas un elemento de atracción turística destinado al consumo de masas. Estas iniciativas junto a la puesta en marcha de programas oficiales complementarios de cada comisión, convergerán en la Semana Fallera, que como tal se instituye en 1932, y a la cual se incorporan actos como las cabalgatas (del Foc, 1932; Folclórica, 1935, y del Ninot, 1936), la Nit del Foc (1932), la Exposición del Ninot (1934) o la crema de una falla improvisada ante el Ayuntamiento (1935).

 

Una Fiesta moderna

 

La expansión de las fallas tiene repercusión en lo mundo artístico:

 

El viejo obrador de escultura, pintura o juguetes se convierte en un verdadero taller de fallas con un artista al frente de un plantel de oficiales y aprendices. Estos artistas se muestran permeables al diálogo con corrientes artísticas contemporáneas, como por ejemplo el art déco y nouveau o el Modernismo. Son los años de Josep Soriano Izquierdo, Francesc Coret, Pasqual Llop, Rafael Raga, las familias Guillot y Rueda, Salvador Rubio, Amadeu Desfilis, Vicent Canet o Tadeu Villalba. Pero también de Adolfo Ariño, Vicent Benedito, Carles Cortina, Modesto González y Regino Mas, que dirigen los cadafals hacia la monumentalidad arquitectónica, siendo el modelo de falla que se retomará en los años cuarenta.

 

Esta generación es la primera en tomar conciencia que su trabajo de artista fallero es una profesión consolidada, y promueve la primera Asociación de Artistas Falleros, el noviembre de 1932, dentro del Círculo de Bellas artes, del cual algunos son miembros.

 

En el ámbito del cartel, la implicación de Josep Segrelles supone el impulso turístico definitivo de la fiesta fallera y el inicio de la edad dorada del cartelismo en Valencia, que se prolonga durante toda la década de los años treinta, hasta el final de la Guerra Civil. En el campo de la impresión, la industria litográfica valenciana, muy arraigada y desarrollada, se convierte en uno en los referentes a nivel estatal con imprentas como Simeón Durá, Ortega o Aviñó.

 

Cómo pasa con las fallas, el cartelismo se impregna de las influencias de las corrientes estéticas del momento. Los carteles incorporan recursos modernos (tipografías, uso del aerógrafo, iconos...), que se combinan con otros procedentes de la tradición.

 

 

Consolidación de las estructuras falleras. Las comisiones falleras se estabilizan, y se convierten de hecho en asociaciones permanentes, con cargos directivos y funcionamiento durante todo el año. También aumenta el protagonismo del Comité Central Fallero, entidad civil, independiente del poder político, federación de iguales, formado por representantes de las comisiones escogidos por las comisiones. El Comité se convierte en el interlocutor del Ayuntamiento de la ciudad, organizador de la Semana Fallera.

 

La mujer y el espacio público. La modernización social incluye la conquista del espacio público por parte de las mujeres (el derecho al sufragio es la prueba evidente), y las Fallas no iban a ser ninguna excepción. Los años de la Segunda República son los de la incorporación de la mujer a la fiesta a todos los niveles, tanto organizativos (hay presidentas de comisiones falleras) como de protagonismo social. La consolidación de la figura de la Fallera Mayor hará posible un aumento de la visibilidad de mujeres de todas las clases sociales, a la vez que algunas de ellas se convertirán en figuras de gran popularidad, como Amparito Albors, Fallera Mayor y miss Valencia 1934.

 

 

Una Fiesta popular y urbana

 

Valencianismo. La fiesta fallera se entiende como un vehículo de expresión popular de la identidad colectiva valenciana, y se convierte en un recurso importante para difundir las ideas del nuevo valencianismo político. Numerosas instituciones de este tipo como El Centro Valencianista de Alcoi, el Centro de Actuación Valencianista o el Centro Valencianista de Xàtiva desarrollan actividades de cariz cultural en las cuales ligan la acción valencianista con la fiesta fallera.

 

Por su parte, las revistas falleras se llenan con algunas de las firmas más destacadas del panorama de las letras valencianas: Maximilià Thous, Carles Salvador, Fausto Hernández Casajuana, Francesc Almela i Vives o Nicolau Primitiu. También será habitual la presencia en las publicaciones de más tirada (El Fallero, Pensat i Fet o El Buñol) de los nuevos regidores valencianistas del Ayuntamiento de Valencia.

 

Fallas infantiles. Las fallas infantiles toman un impulso espectacular en los años treinta gracias el estímulo de los premios concedidos por diferentes entidades como la Penya Tot i Res (1931 y 1932) o la Asociación de Artistas Falleros (1933).

 

Pero el empujón definitivo lo produce el concurso para premiar las mejores fallas infantiles convocado entre los años 1932 y 1936 por la revista Los Chicos, suplemento infantil del Mercantil Valenciano. Colilla y su pato Banderilla, populares personajes de esa publicación, aportarán a la fiesta de las Fallas su poder de convocatoria entre los más pequeños.

 

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