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EL ARTICULARIO DE PACO VILLENA

Los gobernadores eunucos de Valencia

Francisco Villena 2016-09-29
Francisco Villena
Francisco Villena


" ¡Ay de mí!, pues tú, que no eres hombre ni mujer, vigilas a mi dueña y no puedes conocer las alegrías recíprocas de Venus." (Ovidio. Ars amandi)



Con la muerte de Almanzor (al-Mansur), por causas naturales, en 1002, el futuro del Califato de Córdoba tenía los días contados. Almanzor "el Victorioso", gran caudillo musulmán, militar y político, nacido en 939 en Algeciras de una familia de origen árabe yemení, mantuvo con mano de hierro la defensa de unidad política y territorial del Estado islámico de Al-Ándalus. Los últimos califas omeyas fueron con Almanzor meros títeres decorativos y vivían prácticamente prisioneros en su palacio de Madinat al-Zahra dedicados exclusivamente a las funciones protocolarias y religiosas del Califato. Todo el poder en Al-Ándalus era ejercido por Almanzor con el apoyo de sus partidarios: "los amiríes". Sin embargo, Almanzor no dio un golpe de Estado para autoproclamarse califa, lo que nadie hubiera podido impedir, porque era consciente del poder espiritual y de la legitimidad de los Omeya, de los descendientes de profeta Mahoma que representaban los califas cordobeses, así que los dejó reinar pero no gobernar. Almanzor, andalusí de nacimiento, no quiso enfrentarse al poder religioso islámico y aunque en la práctica ejercía dictatorialmente todo el poder en el Califato "no quiso ser califa en lugar del califa". El partido amirí, el partido de Almanzor, estaba integrado por un numeroso grupo clientelar de mercenarios, cortesanos y esclavos de orígenes muy dispares. Una de las características de la Alta Edad Media, que en España hablaba y escribía fundamentalmente en árabe, era la gran mezcolanza de etnias y de procedencias, tanto de Europa, como del norte de África o de la ribera oriental del mediterráneo, además de la autóctona hispanorromana. Andalusí era quien vivía en Al-Ándalus con independencia de su origen. En Al-Ándalus convivían musulmanes, judíos y cristianos pero la ley era la islámica y la lengua oficial el árabe, sin perjuicio de que la etnia árabe – de la península arábiga - fuese, en realidad, bastante minoritaria. De hecho, la mayoría de los califas de Córdoba eran hijos y nietos de nobles cristianas del norte, normalmente navarras y vascas, y se teñían el pelo y las barbas de negro para dar una imagen más arabizada y menos visigoda (godi) frente a sus súbditos de mayoría étnica beréber o norteafricana. En realidad, la población de Al-Ándalus era de unas características físicas muy similares a la actual población española pues el sustrato autóctono poblacional era mayoritariamente hispanorromano, si bien con los siglos de dominio andalusí se fue africanizando por las sucesivas oleadas inmigratorias de bereberes, acentuadas con las invasiones de Al-Ándalus por los ejércitos almorávides y almohades, por aquellos "hombres del desierto", sarracenos o sarrains como les llamaban en los reinos cristianos.



En los años 1000, la columna vertebral del territorio andalusí la constituía el eje Sevilla-Córdoba-Toledo-Zaragoza de mayor importancia estratégica y política que la región oriental o mediterránea (Sarq al-Ándalus) cuyos principales núcleos de población serían Almería-Murcia-Dénia-Xátiva-Valencia y Tortosa. De hecho, Sarq al-Ándalus, desde el principio del dominio musulmán a mediados de los años 700, se había caracterizado por su tradicional rebeldía o resistencia al poder de la metrópoli cordobesa, sobre todo en materia de impuestos. Los emires y luego los califas cordobeses venían nombrando al frente de estos territorios andalusíes a leales gobernadores cuya principal misión era la de garantizar la recaudación de los tributos. Por ello, Almanzor envió a Balansiya (a Valencia) a dos hombres de su más entera confianza para administrar los regadíos o acequias de la huerta de Valencia y recaudar con eficacia los correspondientes impuestos por el uso del agua.



Los gobernadores/recaudadores del partido de Almanzor que éste envió a Balansiya fueron Anbaru Mubárak y Tahúr Mudáffar. Mubárak y Mudáffar eran libertos, antiguos esclavos al servicio de Almanzor, de su familia y casa en Córdoba. Eran de origen eslavo. En la Alta Edad Media se llamaba eslavos a los originarios de Europa central y oriental. De niños, Mubárak y Mudáffar, fueron apresados, castrados y hechos esclavos para ser vendidos en Al-Ándalus como esclavos eunucos. La palabra castellana esclavo procede de eslavo (Saqaliba en árabe) y el comercio de esclavos para el Islam se nutría fundamentalmente en aquella época de los llamados eslavos. La castración de los niños esclavos se hacía en origen pues iba contra la religión o la ética islámica la castración de un musulmán. La castración no era un castigo o una pena sino la preparación de estos niños/jóvenes para desempeñar un oficio, el de eunuco, de la máxima confianza e importancia en la estructura de la institución familiar musulmana: la custodia del harén, de las mujeres y de los niños de la familia. Sólo las familias musulmanas más nobles y poderosas podían permitirse el lujo de tener eunucos como esclavos, lo que era un signo de enorme distinción, de jerarquía social y de riqueza. El eunuco, palabra de origen griego que significa "el guardián de la cama" era un esclavo muy especial pues se movía en el ámbito íntimo de la familia, con las mujeres del harén del dueño de la casa, fuera del propio califa o de un rico comerciante, y también podía desarrollar funciones de secretario, administrador, recaudador, mensajero, acompañamiento, paje y, en definitiva, todas aquellas tareas "delicadas" que exigían la máxima discreción y confidencialidad. Por otra parte, su lealtad y pertenencia a la familia con la que habían convivido desde niños acostumbraba a serlo de por vida. Aunque les fuera concedida la libertad permanecían con frecuencia en la misma casa familiar, dada la falta de perspectivas vitales de los eunucos para tener descendencia y crear su propio núcleo familiar. La condición de eunucos no era ningún impedimento en Al-Ándalus para que muchos de ellos, ya libertos, fuesen nombrados para altos cargos políticos o militares en la corte de los Omeya, y hay bastantes ejemplos de ello, si bien a los eunucos les estaban vedados por su condición sexual los cargos religiosos, como cadíes (jueces) o imanes.



Mientras Mubárak y Mudáffar desempeñaban en Balansiya su cargo de administradores/recaudadores de impuestos de las acequias se produjo en 1002 la muerte del todopoderoso Almanzor, comenzando entonces la diáspora de sus partidarios o amiríes por todas las coras (koras) o distritos de Al-Ándalus. Córdoba entró en una espiral de guerra civil, de venganzas y sangrientas revueltas, que terminó con la caída del Califato y el derrocamiento del último califa omeya Hisam II en 1009. Nacían así en Al-Ándalus los reinos de taifas. Ese mismo año, Mubárak, junto a su compañero Mudáffar, proclamó bajo su gobierno la independencia del reino o taifa de Balansiya. Con la taifa, con la soberanía, la recaudación de los impuestos ya no se enviaba a Córdoba como antes, sino que se quedaba en Valencia, sobre todo en las arcas particulares de los nuevos reyezuelos. La curiosa pareja vivía rodeada de lujos en el alcázar (actual palacio arzobispal) y se hacían servir por numerosos esclavos. Tenían sus propios harenes, más por dar una imagen de prestigio social que por su aprovechamiento carnal, como es fácil concluir dada su condición de eunucos, y tenían una numerosa corte de aduladores que habían venido a Balansiya en busca de una nueva vida y de nuevas oportunidades huyendo de las revueltas cordobesas. Con Mubárak y Mudáffar los impuestos aumentaron y se crearon, además, nuevos impuestos, haciendo añorar al pueblo los tiempos del Califato centralista omeya. El pueblo no soportaba a los eslavos gobernadores, los odiaba por sus leoninos tributos sin que su condición de eunucos fuese determinante para ese desprecio popular, aunque la sátira de los eunucos en el Islam era habitual en las canciones o poemas de la época. Tampoco era motivo de rechazo para bereberes, sirios, egipcios o árabes que habían venido a vivir a Balansiya la condición de eslavos de la pareja gobernante, por su tez blanca y cabellos claros propios de la etnia centroeuropea. El pueblo los detestaba, sobre todo, por su codicia, por la vida disipada y de lujos que llevaban a costa del esfuerzo de los agricultores de la huerta, ya que muchos de ellos se vieron obligados, al no poder pagar los tributos, a vender o a renunciar a la propiedad de la tierra en favor de los amigos del poder para seguir trabajándolas como aparceros o arrendatarios y no ya como dueños.



Pero como no hay mal que cien años dure, el régimen déspota, libertino y corrupto de Mubárak y Mudáffar que empezó con su declaración de independencia de Córdoba en 1009 terminó, afortunadamente para los valencianos de la época, en 1018. Existen varias versiones sobre el final de estos dos auténticos sátrapas pero la comúnmente admitida es la de que Mubárak, cruzando a caballo con su comitiva el puente de madera de al-Warráq (el de la Trinidad), el caballo levantó un tablón de madera que le golpeó fuertemente en la cabeza causándole la muerte en el acto. Corrió de inmediato la noticia por Madinat Balansiya produciéndose el alborozo entre la población y un grupo de amotinados asaltó el alcázar en donde se encontraba refugiado su compañero, un aterrorizado Mudáffar, al que dieron muerte.



Tres años después, en 1021, y tras el breve gobierno de Balansiya por el rey musulmán de Tortosa y de Muyahid, rey de la taifa de Dénia, , un nieto de Almanzor y del rey Sancho de Navarra, Abd al-Aziz, era proclamado rey de la taifa de Valencia. Su largo, pacífico y fructífero reinado duró cuarenta años en los que Valencia alcanzó su mayor esplendor económico, cultural y arquitectónico de su historia andalusí que duró unos quinientos años, hasta la conquista cristiana de Valencia por Jaime I de Aragón en 1238.



Bibliografía consultada:


  • Pierre Guichard. Al Ándalus frente a la conquista cristiana.

  • Emilio González Ferri. Historia General de Al-Andalus.

  • Cristina de la Puente. Sin linaje, sin alcurnia, sin hogar. Eunucos en Al-Ándalus en época Omeya. CSIC. Madrid.

  • Vicente Coscollá. La Valencia Musulmana.

  • Enric Calvo. Gobernadores y Reyes de la Valencia Musulmana.   

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