El curioso origen de las casitas de muñeca
El origen de las casitas de muñeca data de los siglos XVII y XVIII principalmente en países escandinavos y Alemania y Holanda. Posteriormente irían llegando a Norteamérica e Inglaterra. Hay constancia de un documento en el cual se explica que en las navidades de 1512 la Electora de Sajonia regaló una casa de muñecas a sus hijas.
En un principio estas casitas no se empleaban para juegos ya que su precio era bastante elevado y se empleaban únicamente de objeto decorativo y también para coleccionistas. Las casitas eran una verdadera recreación de los hogares en aquellas épocas y si los niños querían jugar con ellas solo se les estaba permitido manipular la zona de la cocina.
Dependiendo del país solíamos encontrar numerosas diferencias en relación a las casitas de muñeca. Por ejemplo, en nuestro país las familias burguesas pretendían tener una casita de muñecas que fuera un exacta reproducción del edificio que más tarde acabarían habitando. Para ello, encargaban el mobiliario a ebanistas que empleaban maderas de buena calidad para conseguir su objetivo.
Los holandeses, en cambio, disfrutaban mucho coleccionando objetos de buena calidad y hechos en porcelana y a su vez réplicas en miniatura. Al tener estas miniaturas un gran valor se preocupaban de que estuvieran bien ocultas en sus casas ajenas a las miradas indiscretas.
Por otro lado, en Inglaterra se apostaba totalmente por el realismo. Se pretendía que las casitas de muñeca fueran una fiel réplica de la realidad y disfrutaban exhibiéndolas en vez de tenerlas ocultas.
En Alemania el uso de las casitas de muñeca era principalmente didáctico. Se pretendía que las niñas supieran ser buenas amas de casa por lo que las casitas eran un método para que se fueran entrenando.
En la actualidad las casitas de muñeca siguen siendo uno de los juguetes más deseados por los niños porque les permite soñar y divertirse.